Imagina perder tu casa y todo lo que te rodea. Que desaparezca el espacio físico que te daba la sensación de pertenencia a una tierra, a un pueblo, a una cultura. Y que, cuando salgas de tu hogar por última vez, detrás sólo quedará el vacío que acabará cubriendo el silencio, el agua y, poco a poco, el olvido.
El 9 de septiembre de 1185 el rey Fernando II de León hacía donación al Obispo Manrique de Lara y a la iglesia de Santa María (Catedral) de la ciudad de León de la jurisdicción de Peñamian que, a dicha fecha, integraba las localidades de Armada, Campillo, Camposolillo, Ferreras de Vegamián, Lodares, Orones, Pallide, Primajas, Quintanilla de Vegamián, Redipollos, Reyero, Rucayo, San Cibrián de la Somoza, Solle, Utrero, Valdehuesa, Vegamián y Viego. Un territorio que -con la excepción de Isoba, Puebla de Lillo y Cofiñal- ocupaba toda la cabecera del río Porma.
El rey Felipe II desmembró parte del territorio (Camposolillo, Pallide, Redipollos, Reyero, San Cibrián de la Somoza y Solle) para crear la jurisdicción de Redipollos, que posteriormente vendió a los vecinos de estos pueblos.
El advenimiento de los municipios constitucionales en 1837 trajo consigo el Ayuntamiento de Vegamián, en el que ya no se integraban Primajas y Viego, por haber pasado a formar parte, junto a Pallide y Reyero, del recién creado Ayuntamiento de Reyero.
Ciento treinta años después, en 1967, desaparece el Ayuntamiento de Vegamián. Siete de sus localidades (Armada, Campillo, Ferreras, Lodares, Quintanilla, Utrero y Vegamián) junto con Camposolillo (perteneciente al Ayuntamiento de Puebla de Lillo) son borradas de mapa como efecto directo del pantano del Porma y los tres pueblos restantes (Orones, Rucayo y Valdehuesa) se integran el municipio de Boñar.
Y en todo este devenir, nuestro relato siempre ha querido centrarse en lo más importante: las personas.
Hombres y mujeres, ancianos y niños, cuyas risas llenaron de música estos valles. Gente que con sudor y lágrimas hicieron germinar esta tierra, peleando siempre por ofrecer a sus hijos un futuro de esperanza y de renovadas ilusiones.
50 años después
Y ahora, cuando se van a cumplir 50 años de esta nueva realidad física que se conoce como embalse del Porma o pantano de Vegamián, queremos reflexionar sobre lo que sintieron personas directamente afectadas por la construcción del pantano.
Un esfuerzo de investigación de más de cinco años centrado, principalmente, en las ocho localidades hoy desaparecidas.
El libro recoge una reconstrucción genealógica de cerca de 2.500 familias a lo largo de más de 200 años, realizada tomando como base la información que consta en archivos y registros de todo tipo así como los datos facilitados por personas originarias de estas tierras y hoy dispersas por el mundo.
Se recoge un análisis pormenorizado de la situación familiar, social, laboral de las ocho localidades a mediados del siglo XVIII, así como de su actividad económica.
El libro incluye también una pequeña reseña biográfica de todas aquellas personas que, por una u otra razón, tuvieron una cierta relevancia en el seno de estas comunidades, así como una memoria gráfica de pueblos y familias. Asimismo se aportan breves pinceladas sobre el origen y evolución histórica de la jurisdicción de Peñamián y sus instituciones de gobierno.
El libro hace también una mención especial de la importancia de las instituciones y costumbres religiosas de sus habitantes. Y, en la medida que existe documentación disponible, se hace una breve semblanza de la gestión y satisfacción de las necesidades comunitarias e individuales a través de las asambleas concejiles.
Finalmente, se expone de manera resumida la situación social y económica que habían alcanzado estas ocho localidades al momento de su expropiación como consecuencia de la construcción y puesta en funcionamiento del embalse del Porma.
In memoriam
Luis Alberto Antón Acevedo
Julia Bayón Rodríguez
Javier Martínez Valladares
Ángel Luis Martínez García
significados representantes de los hombres y mujeres de la
montaña leonesa que nacieron mirando al cielo y cabalgan sobre
las estrellas, sin más límite que el horizonte.